Esa etiqueta

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Un edificio de ocho plantas que albergaba fábricas de confección se hunde en Dhaka, la capital de Bangladesh. Ayer se calculaban 150 muertos. Hoy ya son 256. Muchos trabajadores habían denunciado la grietas que estaban apareciendo por todas partes.Pero los inspectores no hicieron nada, y los empresarios no quisieron permitir revisiones que habrían interrumpido o retrasado el trabajo. Entre las ruinas aparecen cadáveres y supervivientes heridos y medio asfixiados y etiquetas de ropa: Benetton, Mango, entre otros. Hace sólo unos meses, en un edificio cercano, hubo un incendio terrible, en otra fábrica. Los clientes, grandes empresas americanas y europeas, imponen  precios cada vez más bajos y las fechas de entrega cada vez más estrictas. La ropa ha de estar a punto en los escaparates al principio de cada temporada. El sueldo mínimo en Bangladesh ronda los 37 dólares al mes. Las organizaciones sindicales casi no existen. Un activista que intentaba organizar a los trabajadores de la confección, Aminul Islam, fue asesinado brutalmente el año pasado, dice el New York Times. El caso está sin resolver.